Después de la ración de colesterol del viernes pasado, el domingo hubo ración de cuestas para compensar los triglicéridos, a pesar de lo cual la asistencia volvió a ser numerosa.
La salida fue rápida, con Duri tirando en cabeza y el resto derrapando en las curvas mientras le seguíamos la estela.
Primero trepamos a Iriépal por el camino que discurre paralelo al del convento, donde se produjo la ruptura del pelotón, ya que algunos tenían tantas ganas de empezar a subir por la carretera de Centenera, que ni siquiera pararon en la fuente a beber. La subida fue tan dura como siempre: por muchas veces que subas y por muchos años que pasen, el porcentaje de las cuestas no cambia, lo que demuestra que a las constantes físicas no les afecta la entropía. (Ojalá pudiera decir lo mismo del color de mi barba). Yo hice la subida con Nacho. Ya sé que nos quedamos los últimos, pero no fue por falta de facultades si no en plan solidario, protegiendo la retaguardia por si había lesionados.
En el llano nos esperó Edu, y los tres juntos completamos el recorrido hasta lo más alto del Sotillo, donde nos hicimos esta foto.
Nacho no quiso salir. Mirad que cara puso cuando le pedimos que posara con nosotros.
Bajamos y fuimos recogiendo algún rezagado y a algún lesionado, al que deseamos que se recupere pronto, que es requisito indispensable para poderse volver a lesionar.
Por fin conseguimos llegar a las pistas y comernos las naranjas. El próximo domingo daremos una vuelta al circuito de la Media de Guadalajara para ir tomando contacto, que en diciembre corremos en casa y hay que quedar bien. Os esperamos a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario