Romper el silencio

Todavía con los arabescos del tambor girando y enroscándose en los oídos, y antes de seguir con nuestros temas habituales, quería compartir con vosotros una de las experiencias más salvajes y primigenias que todavía se pueden vivir: la rotura del silencio por parte de los tambores del Bajo Aragón, la rompida.

Y cuando digo tambores lo hago en plural mayestático ya que hablo de varios miles de ellos sonando simultáneamente, a veces acompasadamente y otras veces enlazando ritmos cambiantes, convirtiéndose en un rugido enfurecido que se agolpa desde las aceras hacia las calles, mientras el sonido cristaliza ingrávido en formas rocosas que se vuelven a disolver liberando energías de fragmentación y destrucción. El tiempo está suspendido, mientras el redoble se aferra obsesivamente a un solo acorde con disonancias aflorando a la superficie, que saturan los sentidos y desconectan la mente.

Pero lo más fuerte es el silencio posterior, que repercute en los oídos como un trueno, como si el ruido implosionara convirtiéndose en un agujero negro de silencio.

Este vídeo que hemos confeccionado hace poco honor a la realidad, tanto por la deficiencia de la grabación como por la ausencia (clamorosa) de las vibraciones que sacuden el cuerpo y el alma más profundamente que el sonido, sumergiéndonos en ritos y memorias ancestrales.

Podéis verlo y haceros una idea del sonido. Para oir el silencio tendréis que ir hasta allí.

Meditación: Ya sé que soy un agnóstico descreído, pero el que no lo sea, escuche estos tambores y no se apunte al heavy metal se merece cien veces más el infierno que yo.