"Creí que era una aventura y en realidad era la vida" Joseph Conrad

martes, 16 de marzo de 2010

Torija - Pico del Águila

Por fin salió Helios, pero lo hizo acompañado del violento y malcarado Bóreas, cuyo soplido llegaba muy fresquito despues de sobrevolar la nieves acumuladas en este largo invierno. A pesar de todo se olía ya la primavera y un numeroso grupo nos animamos a reunirnos en las pistas.


Estamos ya a menos de mes y medio del Maratón de Madrid y los deberes que nos pone Luis Gil para el domingo empiezan a ser complicados. Por eso la mitad justa de los 32 corredores que salimos de las pistas optó por hacer una ruta más corta y clásica, marchándose por el camino de Tórtola.

La otra mitad optamos por la ruta larga, 27,5 km., que además era la primera vez que hacíamos corriendo.


La subida hasta Torija se hizo muy dura, con el viento encajonado entre la Peña Hueva y el Pico de Águila y soplando cada vez más fuerte y frío.


A partir de Valdenoches se hicieron dos grupos. El primero comandado por Francisco y Rosado puso pies en polvorosa, mientras el segundo se lo tomaba con más tranquilidad. Yo me quedé con este último ya que no soy dado a hacer alardes.


En Torija tuvimos avituallamiento líquido y emprendimos el viaje de regreso por el lado izquierdo de la autovía buscando la bajada por el Pico del Águila.


Una recta de casi 12 kilómetros que además picaba ligeramente hacia arriba, en contra de mis erróneas previsiones. Pero gracias a que el viento (que en el alto soplaba todavía con más ímpetu) esta vez lo llevabamos a favor, conseguimos superarla sin grandes penalidades.


Como os había dicho, este tramo nunca lo había hecho corriendo. Mentalmente es demoledor. El camino se pierde en el horizonte sin una sola casa, poste ni nada que rompa la monotonía. Da la impresión de que no avanzas, de que estás siempre en el mismo sitio y que el final del camino sigue a la misma distancia.

Pero lógicamente, y como todo (menos la crisis y el presidente del Club) tiene un final, llegamos al extremo del camino y bajando relajadamente la cuesta del Pico del Águila (pues las piernas no estaban ya para muchas alegrías), llegamos a los coches que habíamos dejado en el Puente de Tórtola.


Bueno, llegamos todos menos Pedro, que se equivocó de camino en la última rotonda girando hacia Taracena, donde tuvimos que ir a recogerlo después de una exhaustiva búsqueda. La verdad es que le dimos una gran alegría, ya que no sólo se había hecho un par de kilómetros de más, sino que se acababa de enterar por unos ciclistas que tenía que volver sobre sus pasos. Podéis imaginar que no tenía la moral muy alta.

Y antes de terminar quería aprovechar para comentar a los nuevos socios que independientemente de tirones, piques y ataques diversos, hasta hoy en día no se nos ha perdido nadie (se entiende que corriendo), así que no tenéis de que preocuparos. Reirnos nos reiremos, pero todos juntos, no abandonaremos a nadie.

¡Qué gusto da llevarse bien!

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